Hola me llamo Ivan, y soy alumno de taller empleo.
En ocasiones percibimos una conexión concreta con algo antes de tomar una decisión. Quizás siempre ocurre así, solo que damos por hecho que el pensamiento siempre es el inicio de todo…
En los últimos años me había planteado un cambio de vida laboral, pero, antes de eso, tuve también una percepción continua y concreta con respecto a los trabajos que había realizado hasta ese momento: me faltaba algo y me sobraban muchas cosas. Fue al ayudar en la atención a un familiar cercano cuando di con la respuesta y comencé a buscar posibilidad de formación en la atención a personas en situación de dependencia.
Al inscribirme en los talleres de empleo del INAEM (y aquí viene otra más de esas “percepciones”), llamó mi atención uno en concreto por dos razones: el nombre de la entidad donde recibiría la formación y trabajaría (Kairós), y el área de actuación práctica (personas con discapacidad psíquica). La palabra Kairós la conocía desde hacía años y su significado en la filosofía griega (de donde procede) es algo así como ese lapso de tiempo en el que algo importante sucede, o literalmente <<momento adecuado u oportuno>>.
El mensaje parecía claro, ¿no? Además me parecía importante poder incorporar la ocasión de acercarme al sector social al que Kairós apoya en su vida diaria.
Y tuve la suerte (azar y probabilidad) de poder comenzarlo. Aquellos primeros días, la observación y el silencio necesario para ello ocuparon buena parte de mi energía. Dentro de lo humano, con todo lo que eso trae y que uno ha experimentado en todas partes, el ambiente general era distinto a esos otros lugares de formación o trabajo (o yo lo percibí [de nuevo] y lo sigo percibiendo, así) en los que uno ha pasado ya buena parte de su vida. Personas preocupadas básicamente de cómo es la sociedad, de cuáles son sus problemas y qué pueden hacer ellos para mejorarla. Una isla. Hay más, por suerte, pero era la primera vez que podía -potencialmente- estar viviendo en una durante tanto tiempo. Mucha energía, fue también otra de mis primeras percepciones en los pasillos y las aulas.
Una energía concreta, no común o no solamente común. No recordaba la última vez que estuve en algún grupo, pero quizás sus buenos cinco años, y aquel momento suponía también un reto personal, un descubrimiento de mí mismo en la relación con otros, con personas que no conocía previamente. Una sala llena de espejos donde, mediante la observación, descubrir, descubrirte, indagar y aprender todo lo que la ocasión te permita.
¿Acaso podemos vivir realmente sin descubrir?